Ahora que llueve y hemos retrocedido en el tiempo, y estamos de nuevo en el frío donde apenas paseábamos.
Después de haberme quemado la nariz bajo mi árbol de doscientos años, y pedirle un poco más de luz para continuar leyendo.
Ahora, que he decidido abrir las contraventanas de mi cuerpo, y he reído con la cabeza bajo la almohada, y he llorado sin temor al rimmel.
Después de beber un vino, y luego otro, y luego otro y no distinguir ya ni la madera del parqué, ni la que acuchillaba mi paladar.
Ahora, cuando nos hemos reconocido.
Después de guardar la pereza a depilarme, y los abrigos gruesos.
Ahora que me he vuelto a encontrar con quien amé y un tren, un tren de madera antiguo y estrecho, me atravesó de norte a sur para seguir su viaje.
Después de que me hayan llamado por mi nombre «Laura» y que me sonase hermoso.
Ahora que me iba a regalar una sonrisa pintada todo el día.
Después de escuchar, de sortear tanta hostilidad nacida del miedo y salir casi indemne.
Ahora que nuestros ex están dejando de serlo, y algunos sólo me invocan en sus noches de insomnio.
Después de todo, empiezo a despedirme.
Ahora, justo ahora.
Después de la noche oscura del alma y de tirar el equipaje por la ventanilla.
Ahora, el andén de salida es el número cero.
Después, será el de llegada de los trenes fantasma.
Ahora, me siento y respiro el olor a carbonilla que algunas estaciones aún conservan.
Después… ya se verá.
¿ Y ahora qué?